martes, 6 de julio de 2010

UNIDAD NACIONAL Y TERCERA VÍA



A un mes de la posesión de Juan Manuel Santos como nuevo presidente de Colombia, tras su contundente pero no completamente limpia victoria (las inconsistencias en los formatos E-14 no se pueden olvidar) ya hay hechos del nuevo gobierno que marcan la pauta de lo que ocurrirá en los próximos 4 o quizá 8 años.


El llamado a la Unidad Nacional deja de ser un simple nombre con el que está disimulado el Partido de la U de Uribe y ahora de Santos, para convertirse en un dilema ético y pragmático en la aplicación del nuevo gobierno desde el 7 de agosto. Bien puede significar la esperada repartición burocrática y el clientelismo que tanto anunciamos que ocurrirá con Santos; eso, aunque los ministerios hasta ahora se han asignado por mérito, se terminará develando en el comprometido politiquero gobierno de coalición que quiso establecer el nuevo presidente.


Los optimistas (y también santistas, obviamente) no piensan igual. Incluso, analistas políticos con todas las credenciales y hasta alejados de las prácticas de gobierno que impuso el uribismo por 8 años, coinciden en la esperanza que significa la Unidad Nacional. Por encima del postulado clientelista, opinan que esta política de gobierno acabará con la polarización, reducirá las tensiones entre los poderes públicos, le abrirá un respetuoso espacio a la oposición y establecerá un camino de diálogo sin el estilo obtuso de Álvaro Uribe.


Los actos de pre-gobierno de Juan Manuel tienen enamorado al país e incluso a algunos aristócratas que desde las editoriales de los periódicos juzgaron su candidatura presidencial en franco favorecimiento a la de Mockus. Pero lo de Santos sigue siendo apenas teoría y por ahora no se queda más que en intenciones. El camino que tome la Unidad Nacional no es claro, pues las prácticas del naciente ‘santismo’ dan para pensar tanto en la dañina burocracia partidista como en los utópicos deseos de asociación política, necesarios para el detrimento de la profunda división en Colombia. Sin embargo, la idea de por sí ya es valerosa, pues empieza a marcar diferencias con la gestión realizada por Uribe.


En ese sentido, la distancia de la era Santos con la moribunda era Uribe, parece ya establecerse con simples declaraciones del nuevo presidente. Un caso muy diciente es el de la Tercera Vía, el modelo económico-político con el que Juan Manuel describió en varios medios de comunicación que sería su gobierno.


Dicho planteamiento teórico, trasnochado para algunos, heroico para otros, aplicable en muchos países e inservible en unos cuantos más, no deja de parecer una medida populista más del próximo presidente para acercar a sus más acérrimos contendores. La Tercera Vía, que está en la mitad del capitalismo salvaje y del socialismo corrupto, quiere sellar la lógica de la Unidad contra la polarización.


Adicional a la burocracia, eso convenció a los liberales de seguir el camino santista. También eso significó exhibir las llaves de la pesada puerta que separaba a gobierno y oposición, para sentarlos a plantear temas de suma urgencia en beneficio del ambiente, el agro y la justicia social, que fueron los dialogados por Santos con el nuevamente rechazado en el Polo, Gustavo Petro. Esas intenciones de abrir caminos ideológicos y derrocar de la agenda nacional la monotemática disyuntiva de las Farc, son las que deben tener enfurecido al prontamente ex presidente Uribe y desde la barrera expectantes a muchos escépticos y críticos ‘antisantistas’.


No terminan las reservas, los temores y las críticas a lo que pueda ser un gobierno presidido por Juan Manuel Santos. Tampoco se van los imposibles éticos de permitir que nuestro jefe de estado sea el responsable político de los llamados 'falsos positivos’ y de varios actos de corrupción. Pero algo hay de Uribe a Santos, una pequeña diferencia en el actuar, que augura algo diferente en quien ocupará la hoy manchada Casa de Nariño.


Eso sí, independiente de todo lo anterior, aquí seguirá la oposición, el apoyo a las denuncias de valerosos senadores, autónomas cortes y de responsables funcionarios públicos. La fiscalización no amainará y el unanimismo con que sueña Santos, con muchos no lo va a lograr.