domingo, 22 de agosto de 2010

EL CANAL DE PALACIO


En épocas del nacionalsocialismo, Hitler descubrió un arma efectiva que sin ser bélica, le permitía aumentar sus mayorías y apoyo al interior de Alemania. Fue la radio, el medio que controló y luego popularizó, a través de la cual logró la persuasión que puso a su hostil gobierno como uno de los más populares de la época.

Ahora el poder se obtiene de la televisión. El mundo visual y el desempeño de los gobernantes en la popular cajita mágica fue la piedra en el zapato para algunos presidentes y la mejor lotería para otros. Esta última fue la suerte de Uribe en sus ocho años de mandato.

Aclamado por la prensa y los columnistas de la época que encontraron en él la salida para el conflicto del país, los medios de comunicación se volvieron aliados irrestrictos del mandatario de turno. En su lucha contra la guerrilla, en su agenda legislativa, amparándolo de sus primeros escándalos, en las reelecciones y hasta en el caído referendo.

En Colombia los medios no han sido las grandes empresas que aparentan ser y su poder de opinión pública nunca ha estado a la altura o más que la de los gobiernos, por lo que siempre han dependido en su mayoría de estos y han asumido una visión positiva de sus gestiones.

Durante los dos cuatrienios de Uribe, esa posición fue más que evidente en la Casa Editorial El Tiempo (con ‘Pacho’ de vicepresidente incluido) y en el canal RCN, que validó el coloquial significado de su sigla como la radio de la casa de gobierno.

El poder de persuasión que crea en los televidentes un canal con la sintonía de RCN no podía desaprovecharlo un gobierno interesado en la imagen y propaganda como el de Uribe. Desde la primera semana de su mandato, aprovechó la televisión pública para el neopopulismo de sus consejos comunales y la televisión privada, con sus intereses de por medio, lo empezó a replicar.

Así nacieron los espacios que trivializaron la política, al punto de ponerla al nivel de la farsándula criolla. La Cosa Política fue la primera cosa de ésas que a manos de Vicky Dávila volvió un chiste todo el acontecer de ministros, embajadores, senadores y por supuesto del presidente, enalteciendo sobre todas las cosas la labor de éste. “Parece que ella tuviera un orgasmo cuando va a hablar de Uribe”, contaba con gracia el crítico Ómar Rincón en el documental Teleuribización.

Poco cubrimiento en los casos de falsos positivos, excesivo nacionalismo en el bombardeo a Raúl Reyes, exaltación de la noticia en el caso DMG y apoyo editorial al gobierno Uribe, fueron otras demostraciones que el canal del magnate Carlos Ardila Lullë realizó como lealtad al mandatario que le permitió vender Etanol a elevados precios e incluirlo como requisito en las gasolineras de todo el país. Todos esos favores se pagan, como lo demostró el portal la Silla Vacía con la descripción de ex trabajadores de RCN que ahora ocupan cargos en el gobierno.

La autocensura por intereses fue la constante en los pequeños-grandes medios de comunicación del país en busca del buen trato gubernamental, la independencia periodística fue digna aunque de unos pocos y el poder mediático, como el dinero, se siguió concentrando.

Por ahora el espacio libre está en Internet, hasta que, como con Hitler, el gobierno lo controle y lo convierta en la Red de Palacio.