VOCES SIN ECO
3…2…1… ¡Al aire! Y empieza el noticiero. “Buenas, buenas, los periodistas les contamos lo que está sucediendo”, saludaba en los años 1980 el presentador del Noticiero Nacional, José Fernández Gómez.
Ya está todo dispuesto. El teleprompter, para que el presentador lea lo que tiene que decir en vivo; la cámara, con los encuadres perfectos que generen esos conceptos cada vez más difusos de credibilidad, objetividad e imparcialidad. Y por último, el escritorio rígido y seriote que dé sensación de aún más tensión de la que generan las propias noticias.
La noticia: la Universidad Santiago de Cali presentó un análisis sobre los contenidos de población infantil, afro e indígena que muestran algunos noticieros del país.
Como si fuéramos Juan Eduardo Jaramillo, el incisivo y gesticular presentador de RCN, y tal cual enseñan en la academia, hacemos énfasis en uno que otro dato. Empezamos a detallar: sólo el 3% del tiempo de los noticieros nacionales está dedicado a la población afro e indígena; en los canales locales llega al 6,95%; mientras en los regionales el espacio alcanza un 8,3%.
Del estudio se generaron otras conclusiones, una de ellas es el absolutismo que tiene la noticia como género predilecto en televisión, con un 97% de los contenidos analizados. En cuanto a la representación de estas minorías en los informativos, se dedujo que estos muestran a los grupos poblacionales como pobres, víctimas o agentes de la violencia, creando prejuicios y estereotipos en los televidentes.
‘El baile de los que sobran’
Presentando a todos los implicados, muy a lo Manuel Teodoro –el que viste paños de extraño color– esta noticia sigue su curso: los líderes de las comunidades afrocolombianas e indígenas opinan que no tienen una real representación en radio, prensa y televisión, pues en sus contenidos sólo están presentes los hechos relacionados con el conflicto de Colombia, que es lo que más sintonía genera.
“Los miembros de estas comunidades aparecen como parte de tragedias, pero nunca como agentes protagonistas de importantes decisiones”, cuenta el docente de Ética Periodística, Andrés Calle. El afro siempre será boxeador o deportista y el indígena se verá como un terrorista o revolucionario sin sentido, son las reacciones generalizadas de la investigación universitaria.
Sin cámaras escondidas, ni testimonios censurados como en Séptimo Día, el líder de Carabantú, una gestora cultural para los afrocolombianos en Manizales, lanza su opinión. Es Carlos Santhos, fotógrafo y antropólogo que dedica sus dos oficios a visibilizar los hechos de esa idiosincrasia, quien piensa que acabar con los estereotipos en los medios es una tarea compleja porque “los que hacen parte de ellos obedecen a círculos cerrados y están descontextualizados de la historia de nuestras comunidades”.
De forma similar, algunos miembros de asentamientos indígenas en Riosucio consideran que lo que se publica en los medios es una visión muy reducida de lo que ocurre al interior de su colectividad. Aunque un poco inseguro de responderle a este particular noticiero, Ernesto (no brindó su apellido), un miembro del resguardo de San Lorenzo, afirma que “los grandes ven a nuestras comunidades como pequeñas y no les interesa”, aludiendo a la discriminación que, según él, realizan los noticieros con ellos.
Aún hay más. Como esperaría Teodoro del trabajo de sus periodistas, acá también hay comentarios punzantes. “Muchos de ellos (los medios tradicionales) no son objetivos, buscan el amarillismo sin importarles el sentido humano”, opina el director de la parabólica Ingrumá de Riosucio, Abel Jaramillo.
Para ambas comunidades étnicas sus expresiones culturales están desterradas de los noticieros y los medios de comunicación en general. Y la afirmación parece cierta. Emulando el olfato investigativo de uno que otro periodista, encontramos este titular de hace dos años: “Un artista indígena colombiano presenta en Nueva York su obra basada en la cultura inga”. Se trata de Benjamín Jacanamijoy de un resguardo de Putumayo, a quien la agencia española EFE le separó un espacio, pero ningún medio colombiano lo hizo. La prueba está en la red, en ninguna página web colombiana de informativos aparece publicado el hecho.
Estas minorías parecen ser ingredientes que se utilizan en la receta de los medios de comunicación para vanagloriarse del concepto de pluralidad, sin tener mucho de profundidad.
¿Dueños, periodistas o sociedad?
Las luces se encienden y ¡acción! Parafraseando a la bella María Cristina Uribe de Noticias Uno y a su esposo el ‘travieso’ investigador Daniel Coronell: “Lo que indican los indicadores” es que los grandes medios de comunicación del país están concentrados en poderosos grupos económicos o familias acaudaladas, que de muchas formas determinan el contenido de estos.
Para el periodista Richard Millán, allí está el problema del abandono a las minorías en las empresas mediáticas. “Más allá de quienes hacen la noticia, los que dan las directrices son los dueños y el reportero se debe ceñir a éstas”.
En contraste, otro colega, Ricardo Gómez de la Roche, ve el problema desde un punto de vista más. Él, que trabajó en los noticieros de Canal Capital y Caracol Televisión, considera que “la sociedad colombiana es excluyente y hemos marginado a estas comunidades étnicas, conservando como paradigma la raza blanca”.
“Y ¡qué tal esto!”, como diría ‘La Tata’ Uribe en su noticiero. Aunque en esta ocasión la expresión da para un asunto positivo. En la investigación universitaria se resaltó el trabajo de Telecafé Noticias por ser el único medio que continuamente realiza informes especiales, que tratan de cumplir el objetivo de profundidad de la información. Sin embargo, en la pantalla cafetera tampoco se logra la representación esperada de las minorías.
“Lo que tratamos de tener en cuenta es el hecho noticioso, independiente de a quién afecta”, cuenta el presentador de Telecafé Noticias, Juan Alberto Giraldo. Para él, aunque sí hace falta más cuidado con la asignación de espacios para estas poblaciones, termina primando lo que la agenda de hechos noticiosos sobresale en un día.
Más allá de los tradicionales
En Contravía, como lo hace Hollman Morris, sigue la voz para las comunidades minoritarias del país. Los miembros de estas colectividades étnicas han entendido la importancia de manejar los medios como una herramienta de servicio público y han buscado alternativas para transmitir sus expresiones culturales y acontecimientos en canales de televisión o radios comunitarias.
La asignación de frecuencias radiales y la creación de parabólicas han aumentado la difusión, por lo menos al interior de su población. “Para que salgan adelante estos medios son necesarias la capacitación y las bondades técnicas”, opina Juan Carlos Duque, miembro de Ingrumá Televisión y Armonías del Ingrumá de Riosucio.
El problema de la capacitación se intenta solucionar con cooperación internacional. No hay que ir muy lejos para encontrar que en el oriente de Caldas, el programa Cercapaz GTZ brinda asesoría en medios con el objetivo de realizar “un periodismo responsable, que sea mediador y no se case con la administración, ni con líderes políticos, pero que tampoco sea enemigo de ellos”, comenta Juan Sebastián Castaño, consultor de este proyecto de cooperación colombo alemán.
Siguiendo En Contravía, el periodismo comunitario está inmerso en las que son o han sido ‘zonas rojas’ del conflicto armado del país. La tarea parece compleja, pero Castaño cuenta con satisfacción que “hay mucha recepción para aprender a manejar los medios y las mejorías se van notando”.
Fin de la emisión. Las cámaras terminan su labor y las luces se apagan, ya no hay acción. Mientras los periodistas estrellas de los tradicionales noticieros del país continúan su trabajo, en las minorías étnicas se abren espacio nuevas formas para contar los hechos que ni suenan ni truenan en las grande emisoras, periódicos y canales de televisión. Las voces sin eco buscan figuración para que el país excluyente incorpore, o por lo menos acepte su idiosincrasia.