Con la promesa del gobierno de Santos de crear un estatuto de oposición en el que se le brinden garantías a quienes no hagan parte de la aplanadora santista, se creó un nuevo aire en las tormentosas relaciones que existieron entre gobierno y oposición durante los dos períodos de Uribe.
Así, parecían perder valor las primeras afirmaciones contra el gobierno hechas por el senador del Polo Jorge Enrique Robledo. Sus declaraciones sonaban como quejas sin sentido y oposición dañina, pensamiento original de muchos fanáticos gobiernistas.
La tesis se reforzaba. Juan Manuel Santos tiene enamorado a un país que aún se sorprende con los actos de gobierno. Algunos críticos furibundos de la era de Uribe dicen declararse ‘santistas’ y muchos creemos que no habrá nada más bajo que lo vivido entre 2006 y agosto de este año. Bueno, eso esperamos.
Pero la magia resulta no ser tan completa. En un país con visos de una peligrosa unanimidad llamada ‘Unidad Nacional’, los espacios para las minorías y las voces divergentes resultan vitales para la existencia de una democracia y son necesarios para la legitimidad de las instituciones vapuleadas en el anterior gobierno.
El ministro Vargas Lleras, seguramente en un esfuerzo sobrehumano, fue a la sede del Polo Democrático a “concertar” con su mesa directiva un acuerdo para establecer el llamado estatuto de oposición, ésa idea que está consignada en la Constitución, pero que todos los gobiernos (y con creces el de Uribe) se pasaban por la galleta. Pero la iniciativa, por ahora, no deja de ser más que una sensación para crear buenas relaciones entre ambos sectores.
El gobierno dice que ofrecerá garantías a la oposición para que ejerzan su papel y por ahora han concedido dos favores, si es que se les puede llamar así: uno es que no habrá más chuzadas del DAS y el otro es la eliminación del adjetivo terrorista para referirse a la oposición. ¡Qué garantías!
Ahora resulta ser un favor no llamarles terroristas a quienes piensen diferente y es un honor que este gobierno no espíe ni realice guerra sucia contra sus contendores. Agradecimientos, buena imagen y la consolidación de la unanimidad son los réditos que busca el santismo con estas medidas.
El estatuto de oposición apenas está en discusión y las plenas garantías que ya ha exigido la oposición, parecen ser muy pretensiosas para el gobierno. El Polo rechazó la reelección en su cargo del director del DAS, el organismo que los ha espiado, y además pidió representación en la Comisión de Acusaciones y en los Organismos de Control. Y ya Vargas Lleras tiene sus reservas.
El señor ministro considera que los Organismos de Control no pueden estar en manos de la oposición porque en ellos no hay espacio político. ¿Qué no? El clientelismo de la Procuraduría actual y sus pactos es la muestra evidente de que estos organismos están más que politizados y requieren de la administración de un sector como la oposición, que puede ejercer más que eso, un control político sobre el gobierno de turno. Sería la lógica genuina de pesos y contrapesos.
En la práctica, las garantías están lejos. Lo que pasó en la elección de los magistrados del CNE deja mucho qué desear, pues la coalición de gobierno empezó a ejercer su dominio sobre los otros sectores políticos y el espacio que tenía la oposición quedó en manos del cuestionado PIN.
Con el predominio del clientelismo en la política y con mayorías absolutas obsesionadas por el poder, es muy difícil crear reales condiciones para ejercer oposición y control político al gobierno de turno. Será muy fácil confeccionar dictaduras democráticas.
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