lunes, 16 de agosto de 2010

GIRO EN U


El 26 de febrero de este año, cuando la Corte Constitucional determinó que Álvaro Uribe no podría ser elegido nuevamente presidente de Colombia, un grupo de entusiastas ciudadanos con carteles, camisetas y arengando a favor de la Corte, se ‘tomaron’ el frente del Palacio de Justicia con la consigna de felicitar a los magistrados por “mantener viva la democracia del país”. El grupo era integrado en su mayoría por jóvenes.

Eso no tendría nada raro. Históricamente activos jóvenes se han movilizado en defensa de los derechos propios y de sus semejantes, como en las viejas luchas de mayo de 1968 en Francia y del 8 y 9 de junio de 1929 en Colombia. Y aunque les haya generado el rótulo de revolucionarios, en muchas ocasiones han logrado su cometido.

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, decía el ex presidente socialista de Chile, Salvador Allende. Quizá asuste a muchos lectores el referente izquierdista, en un país volcado a un giro radical hacia los principios conservadores y a la imposición del orden sobre la libertad.

Así que acá sí se volvió poco común ese tipo de manifestaciones juveniles. Salvo las asambleas de los estudiantes que a veces terminaban en no convenientes paros emotivos, en sus dos cuatrienios Uribe no tuvo la oposición de un sólido movimiento de jóvenes que lograra crear conciencia colectiva frente a los consecutivos escándalos que azotaron a su gobierno: para política, falsos positivos, ‘chuzadas’ del DAS y otros cuantos más, se quedaron en el plano crítico pero pasivo.

Sí prosperaron movilizaciones en contra de las Farc – que a la postre sirvió para recoger firmas para la reelección – o en agradecimiento a la labor de Uribe, impulsadas increíblemente por jóvenes, tradicionalmente rivales del establecimiento gubernamental.

La era Uribe trastocó la ideología de todo un país y amedrentó cualquier representación de izquierda que existiera. El apoyo mediático y la favorable imagen del Presidente, convencieron a millones de jóvenes en Colombia que en plena formación de su pensamiento político, adoptaron los pensamientos derechistas del mandatario.

Ahora esa gran cantidad de jóvenes comulgan con ideales que el revolucionario de antes atacaba. Según la firma encuestadora estadounidense Zogby, en Colombia el 63% de los jóvenes apoya el libre comercio y cree firmemente que beneficia a todos, mientras que otro tanto parecido pide más autoridad del Estado, sacrificando ese concepto de libertad que otros defendían.

La perpetuidad de Uribe en el poder acentuó el giro a la derecha y consolidó el famoso 84% de población uribista, que además hastiada con la vía armada de las Farc se alejó del pensamiento izquierdista por relacionarlo con las bases ideológicas de la guerrilla.

El mesianismo que se generó trajo consigo desventajas como la aceptación de las prácticas de este gobierno en el que el fin justifica los medios y dejó en la memoria colectiva de esos jóvenes uribistas, la aceptación de esa premisa.

Sin embargo, el desgaste del uribismo generó la reacción más emotiva que política de un significativo grupo de jóvenes en la llamada Ola Verde. La movilización fue grande, pero los resultados frustrantes para una comunidad esperanzada en el cambio del país, aunque careciera de propuestas de fondo para hacerlo.

Lo que logró la Ola Verde está en entredicho y requiere de esa persistencia de los jóvenes activos y revolucionarios para que logremos el cambio positivo. La frustración que nos causó la política debe quedar atrás y la participación en ésta debe crecer desde la posición ideológica que sea.

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