La impasible tarde de una vendedora de arepas en Samaná, Caldas, la perturba un grupo de paramilitares de las Auc, quienes exigen a varias personas abandonar sus hogares a cambio de sus vidas. Es la viva cara del desplazamiento.
De eso ya hace más de cinco años, recuerda Yolanda Villada Granada, la vendedora de arepas de 48 años que junto a sus hijos de 11 y 13 huyó del ambiente hostil de la zona, en donde menores de edad vestidos de camuflado les apuntaban con fusiles.
La imagen no consigue impresionar a los oriundos de zonas de combate como éstas; pues son más de 14 mil menores que, en Colombia, han reclutado los grupos armados al margen de la ley como las Farc y en su tiempo las Auc-antes de su desmovilización-, según los reportes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD.
“Fui secuestrado en una guerra//torturado y preparado pa’ matar” suena Niño Soldado, la canción de Ska-P, haciendo alusión al término que la ONU le acuñó a los menores que por varios motivos se ven obligados a tomar las armas y enfrentar el conflicto que en su contexto viven.
Las cifras, según un estudio publicado por Medios para la Paz, son escalofriantes. Desde 1990 las guerras en el mundo han causado la muerte de más de 2 millones de niños, heridas de gravedad en más de 6 millones, los a veces imborrables traumas psicológicos en más de 10 millones de menores y, como en el caso de los hijos de Yolanda, el desplazamiento de sus hogares en más de 22 millones.
Los niños desvinculados en Colombia
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar-ICBF-, que atiende a los menores víctimas del conflicto, les asigna el término de “desvinculados” a los niños que hicieron parte de las filas de grupos armados ilegales y salieron de allí por entregas, fugas o capturas.
Para 2007, el estudio del PNUD reveló que el ICBF recibió a 2.864 niños, provenientes principalmente de las filas de las Farc y las Auc, ésta última que había entregado en su desmovilización a 1.015 niños.
Según el estudio de Medios para la Paz el tipo de familia del que provienen los niños desvinculados es en primer lugar nuclear, es decir, vivían con padre, madre y hermanos; sin embargo, se destaca que en segundo lugar estén familias sustitutas consanguíneas, aquéllas en donde los niños vivían con familiares distintos al padre y la madre.
Yolanda Villada afirma con satisfacción: “mi Dios es muy grande al no permitir que mis niños se metieran a esos grupos”, pues dice que varios menores de edad de la zona empezaron a ser parte de la guerrilla o los paramilitares.
Esta mujer desplazada que lleva cinco años en Manizales afirma que la mayoría de los casos de reclutamiento que ella conocía se daban en búsqueda de un sustento económico para sus familias. Aunque también menciona lo que reveló el ICBF en septiembre de 2005; que en los hombres la mayor motivación para reclutarse era el “gusto por las armas” y en las mujeres era la violencia intrafamiliar.
Sin embargo, los estudios de Medios para la Paz también incluyeron la necesidad económica como uno de los factores más influyentes para ingresar a los grupos al margen de la ley. “Muchos de ellos (los niños) saben que si van a combatir hay un plato más de comida para sus hermanos”, comenta el psicólogo del Centro de Estudios y Desarrollo Alternativo en Territorios de Conflicto, Violencia y Convivencia Social-Cedat- Ricardo Delgado Cardona.
En este sentido el 32% de los niños desvinculados encuestados por el ICBF aseguran que reciben entre 300 mil y 500 mil de salario, lo que puede recibir un colombiano promedio, hasta profesionales, con el salario mínimo.
Los niños salen de los grupos armados por diferentes motivos, entre ellos uno de los principales es por el maltrato que allí viven, así que el tratamiento que se debe llevar al volver a la vida civil es doble, pues deben superar los traumas de antes y durante el conflicto.
Recuperación en Cedat y UAO
En Manizales, como en todos los municipios del país, existe desde hace casi 8 meses la Unidad de Atención y Orientación a la Población Desplazada-UAO- que recibe a los desplazados que llegan a la ciudad. Además, dentro de un convenio entre la Universidad de Caldas y el ICBF, se creó hace 7 años el Cedat, un organismo de interdisciplinariedad en el que hay practicantes de diferentes programas académicos de la región. Ambos organismos trabajan en la rehabilitación de los niños desvinculados.
Yolanda Villada empezó a acudir desde hace unos meses a la UAO en compañía de sus hijos. “Nos han brindado muchas ayudas y nos están buscando escuela para los niños”, sus dos menores, que tienen condición de extra, es decir, que su edad escolar no es compatible con la cronológica.
“La orientación que brindamos es básicamente humanitaria, dentro de la cual se enmarca un acompañamiento psicológico, especialmente en el caso de los niños”, explica la coordinadora de la UAO en Manizales, Alba Lucía Aguirre Toro.
La docente de la Facultad de Sociología de la Universidad de Caldas y coordinadora del Cedat, Fanny Osorio, explica que el papel central que están desempeñando en estos momentos, más que en desplazados, es en la restitución de los derechos de los niños desvinculados.
“Los impactos psicológicos que tiene un niño son muchos, ya que los casos son netamente particulares”, comenta el sicólogo Delgado Cardona, quien trabaja con menores de los 11 a los 19 años.
El tratamiento que inician en este centro va de la mano con las vinculaciones en programas de salud y más que todo de educación a los menores. En la mayoría de los casos se buscan perfiles de familias que sirvan como sustitutas para los niños desvinculados que atienden.
“Los hijos míos afortunadamente no se trauman con lo que vivieron, sí lo recuerdan, pero ellos no estuvieron metidos dentro de los grupos” dice la señora Villada Granada, quien agradece no haberse separado de sus menores y vio cómo muchos salieron posteriormente de la guerrilla y los ‘paras’ y sufrieron problemas psicológicos mayores.
Lo que significa ‘prevención’ para el Estado
“El gobierno, al no tener una propuesta social seria, no tiene forma de vincular a los niños o a los diferentes actores de la guerra, en propuestas diferentes” sentencia el profesor de Historia de la Universidad de Manizales, Giovanny Herrera Muñoz.
Según una publicación de la página web del Ejército de Colombia, incluida en el estudio de Medios para la Paz, el Estado colombiano ha realizado desde 2001 campañas para prevenir la vinculación de los menores en el conflicto armado. Entre esas acciones están campañas educativas a través de videos, folletos e incentivos para la desmovilización.
Pero es precisamente ése el aspecto que prima en el interés del gobierno, la desmovilización y el desgrane de los grupos armados y no una verdadera acción que permita a los menores desempeñar labores que en su entorno los aleje de la vía armada.
“Los gobiernos de los países latinoamericanos no tienen inversión social real que permitan a los ciudadanos condiciones dignas de vida” considera el catedrático Herrera Muñoz, para quien las prevenciones del Estado no son suficientes pues sólo se enmarcan en la vinculación armada y no en los verdaderos motivos que la conducen.
Un problema de nuestra frágil sociedad
En los registros históricos de estos países colonizados, se puede encontrar la presencia de menores armados desde la época de la guerra independista, hasta las de la violencia del siglo XX; pero fue en la última década de ese siglo que el problema aumentó considerablemente.
La involucración de los menores en los combates entre ejército y guerrillas, principalmente, hizo entrever que el problema era de grandes dimensiones, pero aún no se toma como un problema socio-cultural sino como un asunto de guerra.
La socióloga Fanny Osorio cree que el problema nace directamente en las familias, pues allí se producen conflictos, no sólo de violencia sino por falta de oportunidades, educación o alimentación, que hacen más factible el ingreso de los menores a los grupos armados.
Otro factor que influye es el contexto de roles en el que viven los niños, pues según el psicólogo Delgado Cardona “el papel que en nuestra sociedad cumple el policía o el bombero, lo cumple allí, por ejemplo, un comandante de la guerrilla”.
Por motivos como éstos fue que en Samaná, hace cinco años, decenas de menores enfilados en las tropas de las Auc sacaron a padres de familias y adolescentes, como ellos, de sus hogares, entre los que estaban los pequeños de Yolanda.
Ella, la vendedora de arepas que se sumó a los cientos de miles de desplazados que hay en Colombia, está viva y en compañía de sus dos hijos, pero ya perdió su identidad cultural y su arraigo por el pueblo donde vivió gran parte de su vida, pues hoy con seguridad afirma “a mí no me gustaría volver allá, fue algo que ya vivimos y me daría miedo regresar”
Fotografía tomada de : Heraldo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario