Generan consternación y alarma conocer los datos de las primeras encuestas presidenciales, como la de Yanhaas, en las que el payasito del régimen, Andrés Felipe Arias, encabeza la intención de voto con un 19%.
Puede que sea muy temprano para establecer que será Arias el elegido para encabezar la era post-uribista sin pero con Uribe, es decir, ese momento en el que se va este presidente de la mancillada Casa de Nariño, pero sigue mandando a sus borregos como marionetas desde cualquier lugar recóndito de la política; pero es que da desconsuelo que alguien como este payaso conservador sea la continuidad del ya antidemocrático régimen en el que estamos sumergidos.
Y es que existen tantas razones para descalificar a este hombrecillo de la contienda electoral a la presidencia, que hacen ver a personajes como Juan Manuel Santos “dignos” de alcanzar la jefatura de Estado, antes que un calco de Uribe y mal funcionario como éste.
Empecemos por el ya repetido caso de Carimagua, que para algunos puede ser trasnochado. Pero cómo olvidarlo por la irracionalidad del ex jefe de la cartera, que se supone está en beneficio de los agricultores (y más en este caso desplazados afectados por la absurda violencia), a quien se le ocurrió entregar un territorio que era propiedad del Estado en concesión a un empresario palmicultor, luego de que meses antes para ganar afectos y adeptos, el calco había prometido estas tierras para una población desplazada de la región.
Con esta corrupción, típica de los régimenes neoliberales que quieren vender el Estado completo, cómo confiar en alguien que prefiere que un acaudalado empresario acumule más riqueza explotando este territorio, que dárselo a personas que no tienen ni siquiera un lugar dónde vivir, para que puedan cultivarla y tenga un mínimo sustento.
En actos tan simples como éste, que como es típico en Colombia si no se denuncian no se conocen, es que nos damos cuenta que este filipichín de Arias es otro de los furibistas que creen que el cuento del ‘Corazón Grande’ sólo fue parte de un eslogan y no una verdadera política gubernamental, como algunos ingenuos llegaron a pensar.
Pero el calco no sigue a su ‘comandante en jefe’ sólo en el desprecio por la inversión y la justicia social; también lo hace dentro de esa visión retrograda del conservatismo, que en contravía al mundo entero que va camino a la búsqueda de más libertades, está reviviendo en Colombia de mano del régimen actual.
Esa lucha entre derecha e izquierda, en la que por culpa de las Farc la primera sale vencedora, ha causado una resurrección de la política goda donde se enmarcó el joven calco uribito, quien quiere ser presidente representando a un partido anticuado y sin visos de renovación, amparado en un fortalecimiento logrado por la sucia burocracia del actual gobierno.
No contento con ser el candidato de la no inversión social, el que quiere seguir la guerra (siendo una de sus pasiones, como cuando afirmó en Semana: “Creo que en otra vida fui militar y hasta peleé en guerras”) y la copia descolorida de Uribe, ha violado vilmente la constitución.
Tan elemental como la participación en política. No de hace pocos meses cuando los palaciegos de RCN lo entrevistaron, siendo aún ministro, para que opinara de política; sino mucho antes, cuando sin ser parte de sus funciones, ‘politiquió’ con la famosa camisetica del “No al despeje” sin ser una de sus funciones como Ministro de Agricultura, utilizó parte del aparato estatal para hacer política, aunque eso no es nuevo, pues si ya hubo reelección…
Además que puede ser más antidemocrático para un país que elegir como presidente a un sujeto que jamás en su vida se ha sometido a una contienda en las urnas y que lo que ha logrado, su fuerza política actual, ha sido a partir del clientelismo y la política barata de Uribe, quien a falta de él en 2010 lo quiere ungir por su extravagante parecido.
Pero si los colombianos, tal y como utilizan la democracia para elegir lo peor del abanico electoral, convierten a este señor Arias en su presidente, no habría que escribir en la historia que es el jefe de Estado número 41 de la República de Colombia porque sería el títere del perpetuo presidente Álvaro Uribe.
Es por eso que echados a la suerte, de que el destino no lo quiera, no haya renovación política, por lo menos que la única plaga que no nos caiga sea tener a este calco payaso de Andrés Felipe Arias viviendo muy lucidito en la Casa de Nariño. A todas estas, ¿qué pensará Antonio Nariño, desde donde esté, de los horrorosos ocupantes de su casa?
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