Volando en un aire poco alto, hasta donde la fuerza de su impulsador la lleve, gira incesante esperando no tocar prontamente el piso y así seguir esa rutina que la mantiene activa y le da significado a su banal existencia.
Comprimiéndose tanto como pueda, hasta cambiar su forma esférica, esa a la que su estresado manejador recurre para liberar las energías acumuladas por el trajín diario, llega a sentirse útil a pesar de ser un objeto más de aquel amo, a quien no le gustan las mascotas y ha visto en esta desgastada esfera un tranquilizante que no tiene que tomar ni aplicarse.
Su cobertura está desgastada, tanto impulso y golpe en la pared la han decolorado, le han suprimido ese tricolor con el que fue forrada, pero a la vez le han dado experiencia frente a esas fulanas, similares a ella, que aún permanecen en los almacenes, sin haber vivido nada nuevo, sin poder ser apretaditas por las manos humanas, ni ser alzadas al aire, sólo como objetos de exhibición que de vez en mes aprietan las vendedoras para ver si logran cambiar de vida y vivir con los amos.
El mejor momento es sin duda la noche. La compañía irrestricta de su amo, quien la tiene como compañera fiel para liberar el estrés, adquiriendo una gran importancia para él, le hace subir el ego, como cual argentina elitista se siente la reina de las pelotas cuando él, sí, el gran ser humano sólo dispone de ella, convirtiéndose por momentos en la generadora de diversión y relajación de alguien sin duda muy superior a ella.
Pero la magnificación que sentía, como debió sentirlo la Tierra en los tiempos de Ptolomeo, se desvanece al aparecer un Copérnico, eso que hace ver que la esferita predilecta no es el centro del universo y que su amo por ser un humano tiene más compañeros, humanos y no-humanos, que cumplen iguales o más importantes labores que ella.
Ahí cuando piensa eso es q pierden sentido muchas cosas en su temporal feliz existencia. No sólo en el día es un ente que no cumple ninguna labor, sino que en la noche es una más de las colaboradoras de su amo. Cuando sabe que es la otra, o mejor, una de las otras, muestra rebeldía. Ya no quiere volver a los brazos de su amo cuando éste arroja a la pared; prefiere quedarse en el gélido piso antes que volver a una ilusión falsa.
Sin embargo, el amo no se percata de lo que ocurre, ve normal que la pelotica esa no vuelva a sus manos, la levanta y sigue arrojándola, en aras de su diversión y desestrés. Pero eso lo cansa y después de tanto utilizarla, se va a dormir y la deja pasar la madrugada en la denigrante baldosa, donde pierde sus ínfulas de élite y empieza su existencia opaca donde se ve de igual a igual con esos personajes con los que tiene que convivir, mientras su amo no la usa.
Está convencida de que va a imperar su dignidad y así le toque quedarse sin los privilegios que le da el humano, entre ellos apartarse del piso o volar alto, quiere independizarse, perderse del que la engañó para no ser la del montón.
Amanece y la rodante se empieza a cruzar con la mugre del piso, con las laboriosas hormigas, con las pequeñas bacterias y con todos aquellos seres del suelo que viven allí, independientes del traicionero humano.
No es fácil poderse relacionar, su otrora discriminación por creerse la preferida le había causa enemistades en ese inframundo y ahora esos seres, que ven en lo humano y todo lo que lo represente un enemigo natural no quieren recibir a la esfera decepcionada. El día como siempre se hace muy difícil pero ahora el descontento es mayúsculo porque sabe que en la noche las cosas no van a ser como antes.
Pasa el día entre pensamiento y reflexiones, rodando independiente a costa de sus actos y en un momento quiere perderse, no volvérsele a aparecer a su dueño para estresarlo y cobrarle el engaño. Pero no.
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