lunes, 11 de mayo de 2009

OPINIÓN// EL PELIGROSO CONTRATO. Y NO ES EL DE LA ZONA FRANCA.


Cuando se confeccionó el escudo nacional de la República de Colombia, ése otro símbolo patrio, se le envolvió al cóndor de los andes una cinta muy diciente: “Libertad y Orden”, muy seguramente los dos más grandes deseos de la recién independizada nación.

Las dos parecieran ser palabras obvias: la primera como la ansia de unos criollos por la libertad de los chapetones y la segunda como guía para formar un gran Estado.

Sin embargo, parece que desde el principio, el autoritarismo estatal de estos  países de joven ‘democracia’ (como los latinoamericanos) terminó dándole cabida al orden sobre la libertad. Y los gobernantes, tratando de establecer su propio Estado soberano, se valieron de las cartas magnas para monopolizar el poder (dictaduras) o ‘duopolizarlo’ (como el flamante Frente Nacional de Colombia) para así establecer unas seudo democracias.

Y al ocaso del siglo XX, el siglo de la consolidación de los Estados en el mundo, las democracias latinoamericanas, salvo algunos casos, siguieron siendo frágiles modelos que caudillistas y populistas podían permear. Pero en Colombia, no.

En Colombia no pasaba eso: ya habíamos salido de esa vergonzosa repartición burocrática entre conservadores y liberales, nacía una nueva constitución y aunque sufríamos el yugo del narco-terrorismo, parecíamos tener la fortaleza y a la vez el suficiente temor, para decirle no a la perpetuidad en el poder de un sujeto, con lo que garantizábamos la lejanía de las dictaduras y mal que bien manteníamos nuestra libertad.

Sin embargo, fue en 2002, cuando esos mismos narco-terroristas (las Farc) eligieron –aumentándole ese tímido 3% en las encuestas que tenía, con intentos de atentados para matarlo – a Álvaro Uribe, el ‘dios de la mano dura’ que nos salvaría del gran mal. Las Farc no dejaron sin más salida a los colombianos que votar por quien estaba dispuesto a acabarlos.

Colombia firmó el contrato con el señor Uribe. Algo así como que “si usted acaba con los revoltosos que están desangrando el país, nosotros le entregamos todas nuestras libertades, inicialmente por 4 años.”

Parece exageradamente hobbesiana esa concepción de lo que ha pasado en Colombia en estos últimos siete años, pero la teórica política del siglo XIX cada vez es más cercana a la realidad nuestra del siglo XXI.

En la punta de Suramérica parece que el lado izquierdo del cóndor (muy diciente por cierto eso del lado) que reza “Libertad”, se hubiera tachado o se esté queriendo tachar (ojalá no lo hayan logrado completamente) para mantener una idea ‘uribiana.’

Una idea escondida en el discurso teórico-práctico llamado Seguridad Democrática, por el cual se busca alargar ese contrato que ya extendimos en 2006 hasta el próximo año y que sería perjudicial prolongar otros cuatro años más. Lo peor de todo es que el cóndor del escudo sabe lo que quiere y no deja de mirar el lado de la Libertad, aunque muchos uribianos deseen cortar ese pedazo de la cinta amarilla. 

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