sábado, 6 de junio de 2009

OPINIÓN//LA FRANJA AMARILLA NO FUE

“…hay una pregunta que nos está haciendo la historia: ahora que el rojo y el azul han dejado de ser un camino, ¿dónde está la franja amarilla?” fue el final profético del ensayo de William Ospina, hace ya 13 años, cuando en la senectud del violento siglo XX surgía la pregunta sobre nuestra realidad política.

La década pasada estuvo marcada por el surgimiento de grupos políticos ciudadanos o movimientos independientes que intentaron llenar ese espacio que la sociedad colombiana necesitaba para incluirse allí, pero esa franja amarilla, la que remplazara al azul godo y al rojo cachiporro no llegó y se fue diluyendo por las fragmentaciones de los grupos independientes, por la infiltración criminal en la política y por el mesianismo uribista.

Pero los sindicalistas, el magisterio, los intelectuales y otros sectores de izquierda aparentemente cobijados con la Constitución del 91, entendieron que podía ser el momento de unirse a pesar de diversas ideologías entre ellos y crearon literalmente la franja amarilla que el país exigía, el Polo.

Convergieron varios sectores políticos afines con el interés de crear una disyuntiva a la realidad roji-azul de la política nacional. Antonio Navarro, Gustavo Petro, Samuel Moreno, Jesús Bernal y otros cuantos izquierdistas quisieron demostrar que su opción no era tomarse el poder por la vía armada y parecían llegar a un acuerdo para abonar el camino de la izquierda como gobierno.

Todo esto en Colombia parecía un sueño: primero Luis Eduardo Garzón generó la votación más alta de la izquierda en unas presidenciales, luego él mismo aspiró al segundo cargo popular más importante y se hizo a la Alcaldía de Bogotá. La magia seguía y aunque golpeados por la abrumadora mayoría uribista en el país, Carlos Gaviria se unió al club del viraje político y logró ser candidato.

La sociedad derechista colombiana veía desde sus clubes cómo el Polo con la candidatura del ex magistrado lograba fortalecerse y alcanzaba la segunda votación en el país, a pesar del favorecimiento estatal de la reelección de Álvaro Uribe. La ‘toma’ del poder izquierdista estaba tan cerca, ahora con la repetición de la victoria en Bogotá, a manos de Samuel Moreno.

Pero a Colombia la despertaron del sueño. Así, satisfecha por lo que había visto en su inconsciencia quería seguir dormida, pero la crudeza de la realidad no la dejó. Sí, hay un partido cuya imagen es amarilla y se llama Polo Democrático Alternativo, ya ha tenido varios e importantes triunfos en el país y sí, en algún momento se vio como la opción de gobierno después del Medioevo Uribista, pero la magia ya terminó.

El incomprensible radicalismo de su inteligente presidente, Carlos Gaviria, ha creado el efecto invernadero en un Polo que parece derretirse. Ese sentimiento pluralista, la esencia que nos llevó a pensar que ocuparía la franja amarilla de Ospina, se acabó cuando no se valoraron las ideas de Lucho y Petro para buscar una convergencia política y un pacto por un buen gobierno post-uribe. El ego de los orgullosos mamertos del Polo pesó más, pareciera un imperativo o una censura al interior de la colectividad hablar de seguridad o de mercantilismo.

¿Qué pensará el señor Gaviria?, ¿Que su sola candidatura podrá ganarle a una coalición uribista con o sin Uribe? ¿O que un país derechista, acentuado por las Farc y la era Uribe, apoyará radicalismos de su tipo? Ahí sí está el sueño, ahí está quizá el efecto del cannabis que le atribuyen con tanto estigma a la izquierda.

El ego de políticos como Gaviria, que paralelo a Álvaro Uribe parece creerse imprescindible, destruyó la metafórica franja amarilla dentro del Polo e hizo que mentes que sumaban, aportaban y significaban dentro de esa colectividad hayan migrado de esas huestes. Pero ¿a dónde?

Todos van a ir a ocupar el lugar inexplorado en la política colombiana. Los que están llegando a ese lugar cual Cristóbal Colón (pero sin apoyo) se fueron a ‘aventurar’ a un sector llamado el centro, una marca que se quiere separar de esos tintes extremistas de sus lados.

Los que llegaron ya están trabajando. El fenómeno mediático de los ‘quíntuples’–que por egos parecía una formación de la selección argentina– fue la primera muestra de ese nuevo espacio en Colombia. Lucho quien se fue de la falsa franja amarilla ya está allí junto a más que políticos, excelentes pensadores de nuestra realidad: Mockus y Peñalosa, acompañados de una mujer como Martha Lucía, otrora uribista, quien sí parece creer en lo que es la democracia.

Falta alguien. Sí, Sergio Fajardo, pero ya conocen mis reservas frente a este disfraz uribista de 2002; pero además caben allí Gina Parody (alejada del esperpento de La U), Rafael Pardo (cuando se aleje del zombi rojo), Gustavo Petro (si decide renunciar a su falsa candidatura en el Polo) y aquellos pensadores de la realidad nacional que puedan aportar por encima de los beneficios propios y de sus egos.

El espacio está abierto y más que una figura ‘farandulesca’ como lo ha querido mostrar Semana con su portada ¿Podrán Unirse?, es el momento de explorar ese centro y lograr que ahí sí esté la franja amarilla que hemos estado buscando los colombianos.

Mi voto para el próximo año aún sigue en blanco, pero con una conformación de este grupo de forma consciente y libre de los vicios políticos, el sufragio puede empezar a tomar color.

BROCHE: ¿Cómo puede existir aún la intolerancia de sentenciar de “guerrillero hp…” cuando se habla de Gustavo Petro?

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