martes, 21 de julio de 2009
OPINIÓN// DÓNDE QUEDÓ EL 20 DE JULIO
“Nuestra política exterior ha sido deplorable” es la sentencia del obtuso y radical precandidato presidencial del Polo, Carlos Gaviria; y no es para menos, las arbitrariedades y el rotulo de mal vecinos latinoamericanos durante la era Uribe dan cuenta de una cancillería cada vez más inútil.
Pero estos señalamientos no son gratuitos. Son el sencillo análisis que se puede hacer luego de que el yuppie canciller Bermúdez afirmara que “…no aplicamos el principio de injerencia en los asuntos de otros estados…” respondiéndole al presidente venezolano Hugo Chávez, luego de que mandara a “revisión” las relaciones con este gobierno por aceptar la instalación de bases militares gringas en territorio colombiano.
Y uno se pregunta, ¿política de no injerencia en otros estados? Tal vez sí, sin utilizar la populista diplomacia del micrófono, pero sí invadiendo territorios soberanos de otros países para bombardearlos y por demás causar la muerte de algunos de sus ciudadanos ¡que es peor! Y juzgar si estos ciudadanos eran guerrilleros o no, sería ahondar en una discusión ideológica y más emocional que racional frente a unos radicales furibistas. El hecho es el asesinato de latinoamericanos en territorio ajeno.
El yuppie Bermúdez continuó y afirmó que “exigía política de reciprocidad, dado que el gobierno no protestó por la presencia de buques rusos en aguas venezolanas”. Como siempre, son sorprendentes las bestialidades de los cortesanos de este régimen. Entonces, ¿justificamos la presencia de bases norteamericanas, el ‘paseo’ de militares gringos por nuestra geografía, los atropellos al estilo de Irak y la pérdida de soberanía? Todo sólo para “mantener una lucha contra el terrorismo” que hace rato se perdió por la vía armada.
O mejor aún, como sugiere el yuppie, el hecho de que Rusia haya vendido armas a Venezuela (suceso que no deja de preocupar) ¿autoriza a este guerrerista gobierno a implantar la primera piedra de una invasión a Suramérica? Nada podría justificar esa decisión en plena tensión con los vecinos y con los antecedentes con los que este régimen convirtió a Colombia desde marzo de 2008 en un país invasor, irrespetuoso de la soberanía de sus vecinos.
Con sus declaraciones, Bermúdez nos quiso devolver más de 20 años para plantearnos nuevamente una bipolaridad rusa y norteamericana. Lo que demuestra el arcaísmo de los funcionarios de este gobierno. Y peor aún, a sabiendas de que la decisión de autorizar las bases gringas fue arbitraria, pues no se consultó a todos los poderes del poder público; transmitió la idea de que estar con Rusia es malo, pero con EEUU eso como instalar una sucursal del cielo en nuestro territorio y no precisamente Cali.
No hay que ser ni uribista, ni anti-uribista, ni tener una ideología política cualquiera que sea; para darse cuenta de que es mucho peor implantar no una, sino tres bases ‘enemigas’ de nuestros vecinos, que comprar armas; eso sin que ambas dejen de preocupar.
Es que en términos coloquiales lo que este gobierno acaba de aceptar es la llegada a nuestra cuadra de un vecino capo del narcotráfico, con la tensión y la zozobra que esto implicaría. Sólo es cuestión de imaginar cuán incómodo sería tener a uno de estos sujetos viviendo a nuestro lado. Así les pasa, no a los gobiernos vecinos, sino a los latinoamericanos, a la gente del común de Venezuela, Ecuador, Perú y las demás naciones.
Lo peor de todo es que el pueblo no reacciona, no protesta, todo por una ceguera mediática y un mesianismo diabólico. ¡Nos están invadiendo! ¡Invadirán a los nuestros! ¡Nos seguirán matando! Y esta vez no el Ejército Nacional, sino la misma fuerza militar que ha matado a millones de personas en Irán, Irak, Afganistán y tantas otras.
Y el sospechoso narco-para-gobierno no responde, o mejor trata de ‘santificarse’. A este régimen le encanta sacrificar nuestras libertades en pos de una guerra sinfín, ésa que sólo se cura con igualdad social y no con la llegada de extranjeros, que no vienen a brindarnos recursos que fortalezcan el tejido humano, sino a asesinarlo.
Ahora, en tiempos de recordar nuestra independencia ¿Qué pueden estar pensando Manuela Beltrán y todo el movimiento comunero del siglo XIX? ¿Qué pensarán aquellos que batallaron por liberarnos de la presencia extranjera en nuestra nación? Sólo deben sentirse decepcionados, no tanto de este presidente (porque qué más se puede esperar de él) sino del pueblo colombiano que permite tremendos atropellos.
Suena repetitivo por estos días, pero no hay nada más cierto. Hermoso celebrar el grito independista de hace 199 años, pero tristemente aún no somos ni libres ni independientes.
Independencia grita el mundo americano;
Se baña en sangre de héroes la tierra de Colón.
Pero este gran principio: el Rey no es soberano,
Resuena, y los que sufren bendicen su pasión.
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