lunes, 10 de agosto de 2009

JAIME, NOS VA MUY MAL SIN TI I



Otro agosto negro vivió Colombia hace 10 años. Cuando estaba a punto de conmemorarse la primera década del magnicidio de Luis Carlos Galán, fuimos testigos de un asesinato que marcó a una generación, a un país, que a pesar de la guerra y la corrupción, aún lograba reírse de su realidad.

Fue el 13 de agosto de 1999 que la risa murió, cuando dos sicarios le dispararon a Heriberto de la Calle, a Dioselina Tibaná a Nestor Helí a Godofredo Cínico Caspa y a todos los personajes que encarnaba el analista político más cómico de la realidad colombiana, Jaime Garzón.

Con sus programas Zoociedad y Quack: el noticero, el mueco Garzón se ganó un espacio en la televisión nacional con un formato novedoso que a muchos encantaba, pero que generó cólera en la clase dirigente colombiana.

Muchos como Antonio Morales, su guionista en Quack y quien lo animó a pintarse la cara, quitarse la caja de dientes que tenía y llenarse el pelo de gomina para crear al lustrabotas Heriberto de la Calle, creen que la sentencia a muerte del humorista fueron las entrevistas que le realizaba a los personajes más influyentes de Colombia, en las que los ponía a sudar petróleo con su pertinente impertinencia.

Y eso ayudó a que lo mataran. Sumado a su peligroso traspaso de la ficción a la realidad, cuando fue mediador en varias liberaciones de secuestrados de las Farc. La extrema derecha armada (AUC) y algunas fuerzas del Estado, inconformes con el Garzón de la realidad, acallaron su crítica mordaz y humorística.

Ahora que han pasado 10 años, el miedo, la irresponsabilidad y el poco compromiso de los periodistas han contribuido a que no exista un nuevo legado de lo que nos quiso dejar Garzón. El humor crítico-político está casi en extinción y son pocos los espacios que nos hacen pensar nuestros gobiernos y su forma de actuar.

Para los televidentes amnésicos hablar ahora de humor político seguramente será pensar en la palaciega Cosa Política de Vicky Dávila, que es simplemente la farándula de lo que hace o deja de hacer la clase dirigente en fiestas, desayunos en palacio o comprando zonas francas; todo como cortina de humo mientras ocurren otros atropellos que los medios nos ocultan.

Pocos se acuerdan de La Banda, el programa de RCN que quiso emular el legado de Garzón y que generó controversia en los pasillos de la ‘Casa de Nari’. Y casi ninguno sabe que fue en un acto de autocensura que el canal, que estaba en proceso de ser el vocero oficial del gobierno, decidió terminar con el programa por “sugerencia” de Uribe.

Afortunadamente no todo es malo. La crítica y el humor político aún están casados en Colombia, ejemplos de ellos son Tola y Maruja, La Luciérnaga y caricaturistas como Vladdo. Sin embargo, cada vez es más difícil este oficio, pues hay una audiencia polarizada y fanática que no quiere que le hablen mal de su mesías.

Cuánto habría sufrido Álvaro Uribe con Garzón, así tuviese su programa en TeleSur o en un circuito cerrado de televisión. Qué pensaría Dioselina Tibaná de la yidis-política, qué podría decir Godofredo Cínico de la para-política, o Nestor Helí de los estafados de DMG. Otra sería la forma de pensar de los colombianos con Garzón presente.

Y aunque muchos aún hagamos homenaje a su memoria, a sus personajes y a su crítica forma de pensar, la deuda que existe con él y su familia por esclarecer el magnicidio, nos validan el adjetivo de “país de mierda” con el que nos calificó César Augusto Londoño en CM& el día que mataron a Garzón.

1 comentario:

  1. Primo qué buena imagen de Jaime. Nos hace mcucha falta en COLOMBIA

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