La última vez que escribí fue para denigrar de las joyitas que por décadas han gobernado el país. El poder presidencial termina siempre concentrado en las mismas familias, empresas afines a ellas, la maquinaria de los partidos y en las élites que terminan moviendo a la convenientemente ignorante masa.
Por eso aunque extrañamente ese asco de la politiquería ha convertido a los colombianos en peligrosos seres apolíticos, que se escapan de todo debate de ese tipo con la simple premisa de “qué pereza la política”; yo sorpresivamente aún me emociono con cada elección y cada oportunidad que se nos pueda dar de cambiar las cosas con el voto. Aunque siempre caigo, y el voto no termina mejorando nada, sólo termina por mostrarme lo susceptibles que somos a propuestas engañosas y candidatos del mismo corte.
Ya hubiera sido hora de que me desilusionara, tirara todo al traste y dejara que la suerte de este país quedara echada al destino de lo que la mayoría (masa) sin razones, quiere imponer. Pero eso suena irresponsable e indiferente, nada mejor que contribuir, de algún modo en el poco espacio que da la democracia, aunque poco confiemos en su sistema.
Muchas son las rabias que me traen el sistema de elección y esa extraña venda encubierta en el término de “Estado de Opinión” que no es más que el pueblo ciego. La democracia apesta, empieza a rondar en mi mente, es mejor y más fácil no votar y dejar de pensar el país. Pero parece que vuelvo a caer, ahora me tientan hablándome de confianza electoral.
Son tres hombres, desde la capital al país le hablan de territorios y actos de confianza. Nos hablan de volver a creer en la política y en los que la ejercen de manera honesta (que son pocos, pero existen). Nos muestran un espejo llamado Bogotá y lo proyectan a lo que quieren hacer con Colombia.
Los tres ex alcaldes, o los trillizos como les dicen en los medios, son los que desde una incipiente página de Internet le quieren mostrar una manera sin maquinaria y sin vicios de hacer política; y no significa que sea política de pobres (sin apoyo económico), se trata de transparencia y de principios éticos en una profesión que parecía haberlos perdido.
Mockus, Peñalosa y Lucho parecen nombres que juntos no parecían verse hacía un tiempo, pero que se convergieron en reflejo de un termómetro para medir que el país estaba en muy malas manos (desde la ética política).
Pareciera que ésta es la propuesta ganadora en la oferta que se muestra en la vitrina de candidatos. Y es que hay de todo, aquellos que no son tan malos como personas, pero que están muy mal apoyados (partidos corruptos y politiqueros) o de algún modo muy mal rodeados en el presente o en un oscuro y no develado pasado, como le puede estar pasando a Sergio Fajardo.
Los tres tenores-como también le resultaron diciendo al trío- tienen que bucear mucho en las profundidades pragmáticas que están para poder salir a la superficie y hacerse visibles, no en el ámbito ético de la política, ni en la credibilidad, ni en la opinión favorable, y quizá tampoco en las propuestas (su punto de partida será la Bogotá mejor que entregaron); el reto es llegar ponerse en el nivel estructural de los políticos típicos de Colombia.
Es decir, tener una organización, un apoyo económico y unas influencias bastas para abonar terreno. Ellos solos pueden ser la gran propuesta de acuerdo y reconciliación que estábamos esperando, pero el tapabocas (y no por gripa) que tienen en estos momentos, por cuenta de una reforma política que ha querido matar a los independientes, no ha dejado aterrizarlos para que empiecen a contarnos su visión ya no de ciudad, sino de país.
Se busca partido, firmas o alianzas positivas, lo que sea en pro de hacer posible ese concepto de confianza electoral no en la teoría política, sino en su práctica para 2010 en Colombia.
Aquí les dejo la página: www.confianzaelectoral.com
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