jueves, 15 de octubre de 2009

La espalda a la cruz:

Salgo de la Galería con temor, tristeza y aunque dicen que es feo sentirlo, lástima por quienes han tenido vidas desdichadas y de alguna manera inhumana. La correría por la Manizales en frenesí y depresión impacta y eso que no llegué a los extremos de ver los estratos 6 y 7 que en la ciudad existen.

 Llegando a la Plaza Alfonso López, me topo de nuevo frente a la Iglesia de los Agustinos. La injusticia con la humanidad me hace mirarla con desdén y me reivindico con el ateísmo, poco me interesan las falsedades de nuestra religión. Pero pienso de nuevo, no tanto en el fanatismo de creer redentora a la Iglesia, sino viéndola como un faro necesario de la humanidad, y recapacito.

 En el fondo del pensamiento y del corazón sé que existe un Dios. Como se llame, como sea físicamente y en el lugar que esté; así sea en una botella, una estatua, una camiseta o en la imaginación. Los manizaleños decidieron, por tradición, creer en la religión de esa cruz que está al final de la cúpula.

Los respeto. Pero sin hallar respuestas ni soluciones al mundo en ese universo, prefiero dar media vuelta, darle la espalda a esa cruz y seguir mi camino recorriendo el mundo de la ciudad de las religiones no convencionales.  

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