jueves, 15 de octubre de 2009

Acá está el infierno:

El manizaleño elitista común prefiere que el foráneo no se mezcle con lo burdo de su ciudad, no le gusta mostrar la pobreza reinante y por eso tal vez fue que cayó tan bien el traslado de la terminal de transportes a un lugar donde no se tuviera que estar cerca de un sector tan deprimido como el de la Galería.

 Y es que allá hay un micro-mundo; una lógica económica, cultural y social diferente a la Manizales fría, cafetera, torera, etc. La gente se mueve agitada por el calor de la jornada -que no es fácil- así el día esté nubado. Esas imágenes de los barrios populares de India o África, son el ejemplo del movimiento en una galería, donde el campo se vende, en la que debe haber seguridad extrema porque no hay confianza en nadie y el robo puede ser una forma de ganar dinero fácil, así sea para comerse un pedazo de pan.

 Los hombres en sus puestos de trabajo: arregladores, venteros ambulantes o en sus puestos de verdura sólo esperan sacar el sustento diario para subsistir y mantener a sus hijos, quienes por falta de recursos estatales o por obligación de sus padres, terminan alejados de la educación, y aportando desde los 10 años a la economía de su casa.

 Pero las mujeres, ¡ay las mujeres! Son quienes más terminan sufriendo. Quizá indignas, muchas no lo piensan así, terminan vendiendo su cuerpo, teniendo sexo con aparecidos tipos desagradables para responder por sus hijos, su hogar o simplemente por ellas mismas.

 En una de las cuadras más desoladas de este sector están las residencias Mariscal. En la puerta hay dos o más mujeres (o no precisamente mujeres), con vestidos bastante insinuantes, ofreciéndome “hacerme lo que quiera” a cambio de máximo de 10mil pesos. Y eso que en medio del desespero dicen que “por 3mil pesos la mama’ita”. 

 ‘La Morena’ es una de estas, que a vista de vuelo de pájaro, sí parece mujer. Su voz me lo confirma. Por los 3mil no hace la felación, mejor la convenzo para que hable. Reacia cuenta su poco afortunada vida y en sus ojos se delata que en 35 años de vida, pocos han sido los momentos felices.

 Ella, de cabello rubio (tinturado), pero apodada ‘La Morena’ por sus compañeras, está segura que desde ya está en el infierno. “La puta vida que nos tocó a muchas es el infierno vivito acá” asegura con algo de rabia, pero aterrizada a su realidad.

 No cree en Dios, dice. De algún modo su profesión la ha vuelto más feminista porque se niega a rezarle a Jesucristo, pero no escatima en “pedirle a la virgencita que la proteja”. La alta morena ha dejado de lado todos “los muñecos”, como llama a las figuras religiosas. Ella cree que desde donde está: en la cama, en la puerta de las residencias a medianoche o antes de dormir, tiene el apoyo de la virgen María. Y quizá también de la Magdalena, a quien la Iglesia ha condenado en tachar como prostituta.

 Así que en el infierno en el que le tocó vivir, como condena previa del supuesto creador a unos cuantos humanos, esta morena poco se persigna, no va a misa, ni cree en milagros, aunque respeta la religiosidad de sus compañeras. Eso sí, a la sociedad manizaleña no duda en calificarla de “rezanderos de mierda”, en medio del resentimiento y la falta de oportunidades que le tocaron.  

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