jueves, 15 de octubre de 2009

El Once, pasión y religión:

En la futbolera Manizales, hay muchos que piensan que el mejor plan de cada domingo (algunas veces para pasar guayabo) es ir al ya histórico Estadio Palogrande para ver jugar al Once o en su defecto, verlo en la pantalla chica.

 Los que asisten cada semana al coloso de la 62, como lo apodaron desde los micrófonos radiales los muchos periodistas deportivos que ha dado Caldas, van seguros de disfrutar un buen espectáculo en uno de los mejores estadios del país. El Palogrande, fundado en 1994 alberga a más de 45mil espectadores y le gusta vestirse siempre de blanco, aunque no llena graderías.

 Su hinchada fiel, la de Holocausto Norte, no para de criticar a los que llama once caldistas de resultados, esos que sólo pagan la boleta cuando se está en semifinales. Y es que los datos son pecaminosos para el más reciente campeón de la Mustang. En cada partido el público fijo es de 5mil a 6mil hinchas, sin contar que en el encuentro con Huila, sólo 852 almas cantaron, alabaron y pidieron favores (goles) en el templo Palogrande.

 Mientras un parroquiano del común besa su escapulario de la cruz cristiana y le pide a su Dios para desearle una victoria a su equipo, Gabriel Castro, un apasionado barrista, sólo agita su bandera blanca con una cruz negra, nada religiosa por cierto.

 “Es el símbolo del equipo, nuestros colores, nada que ver con cristos ni dioses” sentencia extrovertido este ateo hincha quien lleva 8 años en Holocausto. Saltando al ritmo de los bombos y redoblantes que resuenan entre la avenida Santander y la Paralela en cada juego, él va camino al santuario futbolero embriagándose para entrar en ambiente y animar a su equipo.

 La fila es larga, la paciencia grandiosa, pero nada importa cuando se trata de ver a lo que considera más que una religión, una cultura, su Once Caldas. Su pecho lo cubre la casaca blanca del campeón de América de 2004, ésa para él es sagrada. “Los barristas seguimos al equipo, no a los jugadores, el único dios sería la camiseta”.

 Y ese dios se vende como pan caliente. Aunque su demanda y precio varían. En épocas de finales la gente se vuelca a comprar el todopoderoso del fútbol estampado con el patrocinio de su homólogo del licor. La prenda, más sagrada para unos que otros, cuesta en la Tienda del Once, 75mil pesos. Sin embargo, una muy parecida, pero sin hologramas de originalidad se consigue por menos de 20mil en el centro de la ciudad. Esta religión también es un negocio.

 Pero acá, más que en otras religiones no convencionales de Manizales, sí que existe el infierno. Ése que este semestre ha vivido el equipo de Javier Álvarez después de alcanzar la gloria. Las goleadas a manos de Pasto y Pereira han sido dolorosas, más la de este último el rival regional ¡qué humillación para un manizaleño!, derrotado con los que llaman pereiranitos 4 goles por 1.

 Y aunque sin fanatismos, Gabriel es racional y dice que el infierno con el Once es perder en enfrentamientos a compañeros de la hinchada, no se puede pasar por alto que la posición del campeón en la casilla 15, es en estos momentos el debacle de la religión blanca del fútbol.

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