jueves, 15 de octubre de 2009

Las cúpulas arañan el cielo:

Hay algo que caracteriza a Manizales desde la panorámica vista que hay junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario en Chipre, y es la cantidad de templos que se propagan por toda la ciudad. Desde la altura vigilante se alcanzan a ver la Catedral Basílica, el Templo de la Inmaculada Concepción, la Iglesia del Sagrado Corazón (los Agustinos) y con vista de águila y ayuda de binóculos otras cuantas se agregan a la lista, como la emblemática de Fátima.

 Todos los anteriores son templos católicos, el paradigma religioso de la ciudad. Sin embargo, sus competidoras existen; las iglesias cristianas, protestantes o pentecostales, ganan cada día más adeptos e instalan nuevos centros religiosos.

 En cifras del grupo de investigación Prospección Etnográfica del Cambio Religioso de la Universidad de Caldas, en Manizales más del 5% de sus habitantes son protestantes, la mitad de la estadística nacional, pues según El Tiempo el 11% de colombianos son protestantes, muy lejano del 81% de católicos predominantes en el país. 

 Luz Marina Ávila, una robusta ama de casa que vive en Campohermoso, es una activa religiosa de ese porcentaje católico. Con camándula en mano repite cuantos padrenuestros y aves marías necesite para rezar los cinco misterios de su rosario, la previa para llegar a misa en la Iglesia de los Agustinos.

 Esta católica de 52 años tiene en su mente el discurso religioso. Cree fervientemente en lo que la Biblia, le instituye como ley y modelo de vida. La mujer se atreve a polemizar y termina afirmando que cree más en la obra cristiana que, por ejemplo, en la Constitución Política de su país. “No es más que una arandela de mentiras (la Carta Magna), la verdadera solución está en encomendarnos y rezar”.

 Las sospechas de fanatismo que tenía sobre ella se confirman más. La señora Ávila, quien dice cumplir con los diez mandamientos  y evita caer en algún pecado capital, cree aún que la Iglesia es la única salida a “la maldad humana que está creciendo”, para ella son los curas, desde sus púlpitos, quienes pueden iluminar al mundo.

 Dejo a la cuasi fanática católica y ceso mis dudas sobre su religión. Pero sus menciones sobre los sacerdotes como adalides del mundo me quedan retumbando y termino sucumbiendo. Camino unas cuadras por el agitado comercio informal de la bohemia ciudad y quedo frente a la réplica de la Iglesia Ermita de Cali, los Agustinos.

 El estilo neo-gótico de su exterior y sus lujos al interior me recuerdan un grupo en Facebook que pide cambiar tesoros del Vaticano por comida para África. Autocensuro mi crítica y mejor recorro el templo, quiero hablar con el párroco, pero a las estatuas romanas de la iglesia sólo las acompañan tres feligreses.

 Sigo en busca del adalid de Luz Marina y seguro de encontrarlo voy al despacho parroquial. Una mujer, algo tosca y sin mucho interés por atenderme, sólo me dice que el sacerdote no está; mientras echa, con el mismo malgenio, a un habitante de la calle que llegaba a pedir pan, como llaman los católicos a la comida.

 En ese momento para mí la mujer fue toda la iglesia. Y si ni siquiera pudo suplir esa necesidad alimentaria, ¿cómo pretende ser la guía de un nuevo mundo? Ahí fue cuando pensé que muy seguramente lo poco que hace el clero en la pre-moderna Manizales es censurar actividades liberales, como Expoerótica, porque al arzobispo Fabio Betancur le parecía pecado.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario