Qué impresión la que se llevó Juan Manuel Santos, cuando nadie más que un reportero de la cortesana RCN le hizo caer en la cuenta de que el disfraz que pretendía usar para oponerse a Gustavo Petro en el carnaval de Barranquilla, era el símbolo de la muerte.
Lo oculto se hizo evidente. El ‘Santo de la Muerte’ salió a la luz para ser consecuente con los actos criminales cometidos por el aparato castrense que él comandaba desde el Ministerio de Defensa, que poco hizo ante los mal llamados (desde el embuste de El Tiempo) falsos positivos.
Y esa cabeza de los crímenes de estado osa lanzar su candidatura en medio del inminente (pero no seguro) fracaso del monstruoso referendo reeleccionista. Muy oportunista, él no duda en sentenciar que si no es Uribe, “seré yo”. A los electores, el ruego es: que no sea él, aunque tampoco Uribe.
Rogar que Juan Manuel Santos no sea el próximo presidente de Colombia no es un simple capricho. No es sólo una preocupación porque nos implanten un monopolio mediático, ni mucho menos es lástima por Álvaro Uribe, a quien seguramente este sujeto poco fiable traicionará enviándolo a responder a la Corte Penal Internacional. ¡Nada de eso!
El temor de que este hombre llegue al poder, tiene aún mayores cargas de profundidad. Una de ellas es el posible manejo que les dé a las Fuerzas Militares, a las que seguramente reforzará con el eterno pretexto de la amenaza (lógica, pero no prioritaria) de las Farc. Por supuesto, aún más preocupante sería el hecho de que envidiándole a su antecesor la permanencia en el cargo, busque mostrar resultados para reelegirse y termine convirtiendo los falsos positivos en una clandestina política de Estado.
Pero el miedo a que él sea presidente, no para allí. Su elocuente oposición al régimen chavista podría traer consecuencias aún más lamentables para las relaciones binacionales y lo peor del asunto es que podrían trascender del escenario comercial. Ahí, por inepto que sea, uno terminaría añorando la diplomacia de Jaime Bermúdez y el silencio amangualado del dictadorcillo Uribe.
Con Juan Manuel Santos no habría duda de que el peligro de guerra con el vecino país sería más latente y el chistecito de los 10 batallones a la frontera, habría que tomarse en serio. No bastaría con soltar la irresponsable frase de que los gringos nos apoyarían, sería cuestión de analizar el despropósito inútil que significaría una confrontación bélica con Venezuela por la enemistad de dos ineptos guerreristas gobernantes.
Elegir al ministro de defensa que pifió la Seguridad Democrática hasta convertirla en un proyecto guerrerista y maquiavélico en el que el fin justifica los medios a toda costa, incluso la muerte de civiles; denotaría un atraso aún más lamentable que la elección hace dos cuatrienios de la peste llamada Uribe.
La democracia a veces apesta, como en el caso del abominable Estado de Opinión. Sin embargo, Colombia tiene la cita y la oportunidad para escoger entre un criminal camuflado, que en los carnavales, como es natural, deja salir a flote su verdadera esencia, y se muestra como La Muerte en persona; o elegir entre las propuestas divergentes a este criminal régimen que nos gobierna. Insisto, que no sea él.
BROCHE 1: este es el vídeo donde Santos disimuladamente quería representar la muerte…de todos los colombianos. http://www.youtube.com/watch?v=NmloPvM3Dsk
BROCHE 2: “Ojala tuviera el poder para cerrar revistas” dijo este monstruoso candidato presidencial, cuando se le sugirió que él pudo haber ordenado el cierre de la revista ‘Cambio’. No es presidente aún y ya está censurando.
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